CRÍTICA: RETRATO DE UNA MUJER EN LLAMAS de CÉLINE SCIAMMA

Adéle Haenel y Noémie Merlant dan vida a Heloise y Marianne, dos mujeres jóvenes que se conocen por casualidad y se eligen por convicción. La manera en que crece la relación entre ellas es producto de cómo está tratada corporalmente la tensión sexual entre las protagonistas.

La historia se cuenta mediante un flashback de Marianne donde los cuadros son el eje de la relación amorosa. Utilizar las diferentes pinturas como un disparador es una manera de reflexionar acerca de la relación entre la artista y su obra. La película está atravesada fuertemente por el discurso feminista: sororidad, invisibilización de artistas o el tejido de redes femeninas en el pasado son tópicos que funciona a la perfección con la historia que se cuenta. El feminismo está contextualizado en la trama y en la época que se ha elegido contar,  no es para nada superficial ni un cúmulo de frases hechas.

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Una película que conmueve en su justa medida y quita el aliento en más de una oportunidad como si la respiración del espectador se fusionara con la de las protagonistas. El visionado se ve afectado de tal manera dado que la fotografía de Retrato de una mujer en llamas es asombrosa. Cada plano está pensado como si fuese un cuadro pictórico donde prima la armonía de los colores y el equilibrio de los elementos. Los colores –y el hecho que esté filmada en 8k– poseen una nitidez y estridencia atrapante que envuelven al espectador en la historia: los paisajes y la mirada a cámara de las actrices hacen que el espectador se sumerja en esta gran historia de amor plagada de pequeños gestos.

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La nueva película de Céline Sciamma es una oda al amor, a la posibilidad, a la fuerza del arte, al valor de lo nodicho, al poder de una mirada. Es, también, una invitación a arriesgarse. Desde la primera escena sabemos que Marianne es una mujer que no tiene miedos, duda poco y se arriesga mucho sin importar las consecuencias. Tirarse al agua, dar el primer trazo y correr en búsqueda del ser amado son acciones que Marianne está dispuesta a dar sin dudarlo. Retrato de una mujer en llamas juega constantemente con dos elementos: el agua y el fuego. Tal vez, lo que intenta decirnos Sciamma es que tomemos del fuego su carácter efímero y poderoso y del agua su eterno fluir, el dejarse llevar. Todo lo que pasa en Retrato… puede pensarse como el acto de zambullirse en una ola: sumergirse sin pensarlo demasiado. Vivir el momento, el ahora, dejarse atravesar por la fuerza del mar y, por supuesto, del amor.

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